HISTORIA DE LA CELIAQUÍA
Siglo I
La primera denominación de celiaquía surge en el año 1887, aunque nos podemos remontar hasta el año 85 d.C. para confirmar los orígenes de la investigación de esta prácticamente novedosa enfermedad.
Todo comienza a principios del siglo I d.C. cuando un médico llamado Areteus, el cual provenía de Capadocia, en la actual Turquía central, comenzó a estudiar en Alejandría (Egipto) cuerpos disecados. Esto le dio la ventaja de conocer detalladamente el interior del cuerpo humano, un gran avance para aquellos tiempos.
Ya que poseía extensos conocimientos escribió una gran obra donde plasmó todo lo aprendido durante su carrera. Ésta fue impresa en el año 1552 en la ciudad de Venecia.
Durante su larga indagación del cuerpo humano pudo observar un trastorno en la asimilación y digestión de alimentos, el cual era crónico. La primera hipótesis de la celiaquía consta en la VII sección del cuarto libro donde define la enfermedad celiaca como la eliminación fecal de alimentos no digeridos y en estado parcialmente crudo.
Desde un principio pudo observar que, como síntomas más visibles, los pacientes sufrían malnutrición y se encontraban muy débiles.




También los niños padecían una hinchazón abdominal muy fuerte y dolorosa, que se desconocía a qué se debía.
Basándose en los conocimientos de la época, Areteo concluyó que dicha enfermedad crónica se debía al enfriamiento del cuerpo, en particular al del estómago e intestinos, ya que en esos tiempos se pensaba que, al igual que el calor era necesario para cocinar los alimentos, también lo era para la posterior absorción de ellos en el interior del cuerpo.
La dieta para mitigar los efectos de esta enfermedad no tenía ninguna especificación, el único paso a seguir era tomar las bebidas antes de ingerir los alimentos sólidos.
Siglo XIX
La primera descripción de la enfermedad celíaca tal y como la conocemos hoy en día fue dada en 1887 d.C. por Samuel Gee, aunque no fue la primera ni mucho menos, tres siglos antes un médico aragonés llamado Gerónimo Soriano publicó un libro de pediatría en el año 1600 d.C. que consta con 39 capítulos cada uno refiriéndose a una enfermedad, en 1690 se publicó una segunda edición que incluía un nuevo capítulo donde hablaba de la curación de las diarreas, y de que existían diferentes tipos. Aquí se hace referencia a las diarreas celíacas donde dice que “lo que se vacía es con muy poca alteración o mutación”.
En una conferencia en 1887, el médico Samuel Gee dio la primera descripción moderna de la celiaquía reconocida a nivel médico. La define como “una enfermedad consistente en una especie de indigestión crónica que podía observarse en todas las edades si bien ocurría, especialmente, en niños con edades comprendidas entre uno y cinco años. Esa enfermedad, se caracterizaba por la presencia de heces blandas no formadas, aunque no líquidas, más voluminosas que la cantidad de alimentos ingeridos, pálidas, como si estuvieran desprovistas de bilis, espumosas y de un hedor a veces muy llamativo como si los alimentos hubieran sufrido putrefacción en lugar de concocción (digestión).”
Samuel, realizó autopsias a pacientes que habían padecido esas características a lo largo de su vida, aunque su sorpresa fue que no encontró afectado ningún órgano digestivo. La gran diferencia que se podía observar respecto a otros cuerpos era que en las criptas glandulares intestinales, que es una “glándula con forma parecida a un tubo que se encuentra en el revestimiento del colon y el recto. Las glándulas de Lieberkuhn, o también llamadas intestinales, renuevan el revestimiento del intestino y elaboran moco.”
Había observado una atrofia en esta zona intestinal, aunque el Dr. Gee desconocía por completo si podía ser importante en el desarrollo de la enfermedad.
Aunque su hipótesis final fue que la dieta podía ser la causante de la enfermedad, y concluyó ésta con la siguiente frase “Si el paciente puede ser curado de alguna manera, tendrá que ser a través de la dieta.” Aunque todas estas incógnitas no se descubrirán hasta mediados del Siglo XX.
Un par de años después de la publicación del artículo del Dr. Gee, en Barcelona apareció una revista sobre la patología celiaca en los niños, escrito por Jaime Guerra. En donde citaba al Dr. Gibbons el cual hablaba de una afección que atribuía “a una acción desconocida del sistema nervioso que dificulta la producción de las secreciones del hígado, del páncreas y de las glándulas intestinales”. El tratamiento indicaba que había que ser especialmente minucioso y estricto con el régimen que se debía llevar a cabo, el cual consistía en:
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Sustituir la leche de vaca por la de burra.
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Carne de buey o carnero con azúcar en polvo con jalea de fruta y un poco de sal.
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Bizcochos de manteca fresca o de harina de patatas.
Las medicinas o fármacos que se debían tomar eran:
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Bismuto; que sirve para la acidez estomacal.
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Tintura de alcanfor o elixir paregórico; utilizado para aliviar las diarreas.
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Preparados mercuriales; utilizados para proteger el estómago.
Siglo XX
En 1908, el pediatra infantil Christian Herter, de nacionalidad francesa, aunque residía en los Estados Unidos de América, publicó sobre nuevos casos de la enfermedad, no obstante la denominaba como Infantilismo Intestinal “donde puntualizó de forma moderna y completa la enfermedad y teorizó sobre la importancia de la dieta.”
Sydney V. Hass, un pediatra estadounidense, el cual dedicó toda su carrera a la investigación de la enfermedad celiaca, en 1924 propuso una dieta a ocho de sus pacientes. La cual consistía en:
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Consumir diariamente plátano.
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Restringir el pan, los cereales y los azúcares.
Esta dieta no tenía un periodo de tiempo por el cual se debía mantener, sino que era indefinida. Al no contener ningún alimento con gluten hubo una mejoría notoria en los pacientes, aunque se desconocía el porqué de esto.
El Dr. Haas pensaba que se debía a la restricción de azúcar, aunque no estaba en lo cierto.
En 1922, el pediatra español Santiago Cavegnt publicó el libro Endocrinología Infantil, probablemente sea el primer libro de endocrinología española escrito hasta la época. En éste cita a Herter donde dice “este patocativismo ha sido descrito también por Stoos, de Berna, el que admite dos variedades: una que empieza durante el segundo año de la vida (tipo de Herter) y otra que presenta ya como origen alteraciones gastrointestinales durante el primer año (tipo de Heubner).
A continuación, el autor pasa a relatar la historia del niño Andrés Zamorano, que constituye seguramente el primer caso publicado de enfermedad celíaca en España.” La historia clínica de este paciente no es la más común de todas, ya que el paciente vomitó sin cesar los primeros cuatro años de vida no dando tiempo a la asimilación de los alimentos y encontrándose en un estado de malnutrición extrema. Además Andrés, tenía otras enfermedades lo que le causó por ejemplo, medir solamente 90cm al cumplir los 9 años de edad.
Cavengt, trató al paciente con diferentes dietas, aunque ninguna dio resultados satisfactorios. El autor finaliza este capítulo con la muerte de su paciente a causa de viruela y aceptando la existencia del “infantilismo celíaco”. El doctor publicó años más tarde en la revista La Pediatría Española, nuevos casos de la enfermedad, aunque esta vez la denomina como infantilismo digestivo. Nombra repetidas veces los estudios de Gee. Menciona que es poco frecuente la aparición de los síntomas de la celiaquía en niños durante la lactancia, a no ser que los cereales fueran introducidos prontamente en la dieta.
La década de los treinta no fue un periodo de tiempo muy propicio a la investigación y el desarrollo científico en España, a causa de la Guerra Civil, simplemente conocemos dos casos de la enfermedad.
Entre 1934 y 1936 el doctor Willem Karel Dicke, nacido en la Haya especializado en pediatría, comienza a experimentar con las primeras dietas exentas de trigo.
Una vez ya finalizada la guerra civil, en 1943, el doctor Santiago Cavengt, retomó sus investigaciones en la revista Acta Pedriática. Cavengt resumió toda su investigación después de más de 20 años tratando niños con la enfermedad, algunos de ellos ahora muy discutibles como, por ejemplo, “la celíaca (sic) idiopática no puede admitirse y siempre es secundaria a una enterocolitis aguda o subaguda hecha crónica en un determinado grado de intensidad” o “el pronóstico de estos enfermos es el mismo que el de un enterocolítico común crónico”.
Como observamos en sus conclusiones ya no emplea el término patocativismo para referirse a la enfermedad, tiene tres principales teorías:
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La primera que defiende es la tóxica, donde el origen sería bromo-infectivo y actuaría en la función de la mucosa intestinal.
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La segunda teoría es respecto a absorción, defiende que donde ocurre la absorción en el intestino delgado, hay una alteración de las glándulas suprarreanales.
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La última teoría es la de la intervención de la avitaminosis, supone que por medio de las vitaminas podía curarse la enfermedad, o al menos regular la absorción de la mucosa intestinal.
Con sus propias palabras, Cavengt resumió la enfermedad como una “enterocolitis crónica, en su doble aspecto dieto-infectivo, que determinaría, dada una absorción defectuosa, un metabolismo imperfecto y una intoxicación crónica, lenta, del organismo en general, un estado tóxico de esencia íntima ignorada”. También en sus conclusiones finales añadió la tasa de mortalidad debido a ella según los estudios de la época, que podían variar hasta un 39% desde un resultado a otro. Con respecto a los tratamientos menciona a un maestro francés llamado Marfan, el cual decía que debido a los pocos conocimientos de la enfermedad solo se podría hallar una cura en base a la experiencia de diferentes tratamientos.
La experiencia había enseñado, ahora, que una buena forma de iniciar la realimentación de los niños era a base de harina de arroz y de zumos de frutas. Nuestro autor, menciona los regímenes propugnados por Haas y Fanconi, así como los recomendados por Marfan compuestos a base de leches modificadas (leche albuminosa, kefir) o la mas “exótica” de Ribadeu-Dumas configurada por “aleuronas del tornasol, prótido vegetal, papilla hecha con agua, leche agria o caldo de carne”. En todas estas dietas, la experiencia adquirida por los grandes clínicos había aconsejado, de forma empírica, pero efectiva, retirar ciertos cereales y, en muchos casos, la lactosa, de la dieta de los niños celíacos.
En 1945 se publicó la serie nacional más amplia de pacientes celíacos, fue realizada por el entonces profesor de la cátedra de Pediatría de la Universidad de Zaragoza, Manuel Suárez Perdiguero. Consideraba, con otros autores como Stolte y Parssons, que la enfermedad era debida a una insuficiencia funcional del intestino delgado, que se comportaría como el de los lactantes de corta edad, preparado únicamente para aceptar el alimento “biológico de la leche de mujer”.
Como ya mencionábamos antes, el doctor Willem Karel Dicke comenzó sus investigaciones acerca de la enfermedad por 1932 aproximadamente.
Sus investigaciones se basaban en dietas sin incluir el trigo, en 1941 presentó los primeros resultados en una revista holandesa, aunque su dieta no se consideraba realmente buena, sino una más.
En 1947, en el congreso internacional de pediatría de Nueva York, el doctor mostró sus observaciones acerca de que los alimentos que tenían gluten agravaban la enfermedad. Nuevamente sus suposiciones fueron menospreciadas en el congreso.
Con ayuda de unos colaboradores, el pediatra Weijers y el bioquímico Van de Kamer consiguieron la técnica de cuantificación de la grasa en las heces de los pacientes, que pudo demostrar que no consumiendo trigo, ésta se reducía, mientras que cuando se consumía, la incrementaba.
Los resultados obtenidos de esta investigación fueron presentados en el Congreso Internacional de la Asociación Internacional de Pediatría. El grupo de investigadores concluyeron que “la mejoría ocurría únicamente cuando se realizaba una retrada estricta de un componente de la harina de trigo, el gluten. Se trataba del denominado “wheat factor” por parte del grupo holandés.” (García Nieto, V. 2013)